Convengamos en primer término, que breves letras
conmoción y tragedia llevan,
mas río de aguas frías aprietan en su corriente
toda carne, pensamiento, pasión y vida.
Ay, dijere en este canto sobre tu dulzura,
cuanta maravilla que acaricia y baña en frescura.
Gotas. Salpican de tus manos pueriles
y caen en la mustia roca.
Aguas puras y espurias, límpidas y turbias,
¿No hay algo que sea distinto a dicha dualidad?
Fuere como el amor: tan inestable vaivén
donde pétalos de rosas caen y se pierden en el fluir.
Líneas más encantadoras, frágil mirada
leve cegadora. Tomare del rocío cada alba un beso
mientras caminas cerca de mí o bien te bañas tierna
protegiendo pétalos en la mustia roca.
No hay mayor mirada, ni ojos siniestros
que se oculten en las aguas, mas, son los propios ojos
los que se reflejan y gozan del propio cuerpo
como lengua que busca placer en el mismo ser.
¡Mi triste rigidez que me impidiere moverme y acariciar tu flor!
¿Es mi pobre desdicha de naturaleza muerta así padecer?
Caminas nuevamente, conozco cada paso que das
me enamoro de tu silueta, sonrisas y encantos.
Fugacidad. Todo se mueve
sin temer a las arenas del tiempo.
Piedra soy, soñando ser roca
y al no ser, potencio mi desgracia
bebiendo de las lágrimas de mi propio río.
La roca acoge en su grandeza a quien yo observo bajo el agua
pierdo mis sentidos en un caudal por su efigie que jamás se acercará a la piedra.
Pequeña. Desencantada. Sueña con su piedra preciosa.
Mas, la carne le aleja del río y las tinieblas de mi refugio.
¿y quién posee la mayor culpa: la naturaleza que me dio tal estado
o mi propio silencio que sentencia todo hado?
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