domingo, 5 de diciembre de 2010

La génesis del tiempo

Hubo alguna vez un tiempo distinto a los demás. Aquí, el pasado no era pasado y el futuro se desvanecía en el continuo presente. Pero incluso, todo recuerdo y memoria perdían su valor de existencia, ya que el tiempo escapaba de sus manos. El recuerdo era olvido y el olvido era una caja oscura, casi como un micro universo que se devoraba todo lo que pudiese pensarse. Pequeña naturaleza voraz. La voluntad del tiempo se manifestaba, era el dueño del cosmos, no había nada ni nadie que pudiese cercarle. El tiempo era libre, nadie le condicionaba. Podía ir y venir, seguir un rumbo recto y ascendente o retornar cíclicamente a su estado, una y otra vez. Ese era el tiempo hasta que quedó atrapado en su propio laberinto. Primero fue un punto, luego dos y una recta. El universo se cubría de pequeñas celdas que avanzaban a un paso formidable, un crecimiento exponencial que cubría de estructuras el gran sistema de la existencia. El tiempo se vio acorralado, sin posibilidad de huir, ya que el espacio se alzaba como un par en la extrañeza del universo. La realidad ya había dejado de ser un sueño, ahora era tangible, visible, real. La voluntad del tiempo se perdió. En este espacio surgió aquel que encerró al tiempo en un frasco, lo convirtió en arena, en unidades de medida e incluso de valor. El tiempo pasó a reflejar un signo, una referencia y una coordenada. Ya nada volvería a ser como antes; sin voluntad, el tiempo no era más que un simple instrumento de la existencia. Sin su voluntad, el tiempo adquirió temporalidades, fue cercenado, dividido y obliterado. Se transformó en pasado, presente y futuro: era un tiempo perfecto e imperfecto, definido e indefinido. Ya nada le quedaba. El tiempo ya no era el universo, había sido desplazado: la caja oscura se rompió en ese momento y dio al tiempo las virtudes del recuerdo y la memoria. Si el tiempo transcurría, el olvido no necesariamente podía consumirle. Había algo distinto. El tiempo ya no podía controlarse, pues aquel ser que lo aprisionó, logró domesticarlo.

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