viernes, 21 de enero de 2011

El manto del olvido...

Olvidar. Borrar aquel pasado, dejar a la memoria en su propio silencio. Sin palabras, sin voz, nada que pueda evocar la presencia de su existencia, o lo que no fue, o lo que pudo haber sido. El olvido, fruto marchito de un árbol caído; sombra devastadora y silencio aciago, llevas en tu oscuridad los recuerdos más valiosos; los sueños y la memoria de aquel que creyó haber sido en otro tiempo.

Es nada. Tal como el viento sopla y trae tormentas, el mismo viento y su soplo alejan las nubes oscuras. Queda atrás el recuerdo. Queda atrás esa luz que parecía ser nuestra, donde los hechos del pasado podían ser presentes.

No queda más que olvidar, borrar aquello que fue vida y alguna vez una sonrisa. Dejar los fragmentos, el escarnio y el dolor. Quemar en lo más profundo del corazón dicho recuerdo; dejar que desvanezca en la sombra de una lágrima y así olvidar incluso quien fui yo.

Pareciera ser tan solo una burbuja, un falso conjuro o un engaño del vacío. No recuerdo la palabra, el último silencio se la ha llevado lejos, ha desaparecido, apagando lo que fue un brillante fuego azul.

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